viernes, 22 de julio de 2011

Citas con la soledad

Noticia sobre el grupo de Miranda aparecida en el diario "El Correo":


Su trabajo consiste en charlar, dar paseos y tomarse algo con los amigos. No es un mal plan para una persona jubilada que, además de disfrutar de su propio tiempo y de su ocio, decide compartirlo en beneficio de los demás. De aquellos que se encuentran más solos o echan de menos las tertulias y debates, ya sean intrascendentes o profundos.

En la intención de contribuir a mitigar la soledad de los más longevos está el germen del programa de voluntariado 'De mayor a mayor', que hace un par de años puso en marcha la Unión Democrática de Pensionistas (UDP). Un proyecto que ha ido ganando peso y consolidándose con el tiempo. Hasta el punto de que, en estos momentos, son ya 39 las personas que forman parte del mismo de manera activa, para llevar una sonrisa y algo de cariño a una veintena de hombres y mujeres con domicilio en la Residencia Mixta y que, por diferentes motivos, apenas tienen quien les visite.

Ellos lo hacen de manera frecuente. Se han organizado en 13 grupos de 3 miembros cada uno, para que no quede ningún turno vacío, y se han planificado un horario de mañana y tarde, distribuido a lo largo de varias jornadas, que hace posible que algunos mayores lleguen a tener hasta tres citas en una semana. Realmente, la idea es que cada uno de los participantes tenga garantizada una, pero normalmente muchos se suman a otras.
Nadie quiere desaprovechar la oportunidad de charlar un rato o de que le toque un collar, como le pasó el jueves a Cecilia Hernando, de 97 años. Las voluntarias decidieron agasajarlas con algunos adornos veraniegos y en la improvisada rifa el de ella fue uno de los números que resultó premiado, completando su joyero con un diseño clásico, de pequeñas perlas blancas y de una largura similar al que ella lucía ya para la ocasión.

Verse bien es importante y disponen de tiempo para cuidarse. Y en algunos casos, como el de Carmen García, se nota que lo hacen. Nadie diría que tiene 92 años, no los aparenta, menos al verla vestida con colores vivos y una manicura perfecta, con las uñas rosas que ella misma se pinta. Como Ángela Arrieta, una alavesa de 89 años, perfectamente peinada y conjuntada para la ocasión. 

Canciones y recuerdos
Y es que todas muestran su mejor aspecto cuando coinciden en la cafetería. Hasta tres mesas fue necesario juntar para que se pudieran reunir una docena de personas, 6 voluntarios y otros tantos residentes para intercambiar bromas, chistes, escuchar o, incluso, cantar canciones. La que se animó fue Matilde Rodríguez, que entonó una letra aprendida en el colegio y que hablaba de «Lisboa antigua reposa, llena de encanto y belleza...». El aplauso de la concurrencia la animó a probar con otra.

Y es que si hay algo que todos, sin distinción, valoran es el cariño que reciben. Carmen llegó al centro tras sufrir una rotura de pelvis -la octava en una pierna- de la que no pudo recuperarse y que la dejó en silla de ruedas. Como había vivido más de 50 años en Francia, en Burdeos, de donde regresó al quedarse viuda, integrarse en el programa le sirvió para conocer gente y establecer nuevas relaciones, al margen de las familiares que le trajeron de vuelta a la ciudad.

En los voluntarios ha encontrado una cuadrilla de amigos. «Son muy simpáticos, muy majos», destacó. El sentimiento es mutuo por parte de los voluntarios y es que como ella misma reconoció, «con que me muestren un poco de cariño me deshago». Aunque se encuentre muy a gusto en la residencia, «a veces, te sientes sola» y eso pese a su carácter abierto y a su facilidad para relacionarse. «En estos grupos nos confortamos los unos con los otros, nos preguntamos qué tal nos va o cómo nos encontramos», zanjó.

También Cecilia se deshizo en elogios hacia sus visitas, personas a las que considera «maravillosas, muy buenas y voluntariosas. Estoy encantada, es como estar en familia». Igual de contento, aunque mucho más parco en palabras, se mostró Nicolás Rincón, de 86 años. Hombre de poca conversación, prefiere escuchar y pasar un rato acompañado. «Me entretengo, lo pasamos bien hablando y bebiendo algún vasillo», reconoció. De hecho, el fue el primero en llegar para encontrarse con los que considera «mis mejores amigos de Miranda».

La satisfacción también cae del otro lado, de parte de los voluntarios que «recibimos más que lo que damos», aseguró una de las implicadas, Esther Ruiz de Loizaga, para quien involucrarse en el programa ha supuesto «una prolongación de la vida de mis padres. Estamos muy a gusto. Nos reciben con un cariño extraordinario, se acuerdan mucho de nosotras y pasamos un rato muy, muy agradable», insistió. 

Por una sonrisa
Con arrancarles una sonrisa se da por satisfecha, porque el resto de sus necesidades las tienen cubiertas. «Lo único que podemos hacer por todos ellos es estar». A cambio, reciben «miles de besos». De ahí que rechace esas opiniones que entienden que acudir allí puede ser algo triste. «Para nada me deprime, pasamos un rato de alegría», insistió.

Así lo ve también Encarnación Santamaría, a quien le resulta «muy gratificante» poder hacer algo por lo demás, máxime cuando a ella no le supone ningún esfuerzo. «Estamos deseando animarles y sorprenderles. Además, son sólo un par de horitas a la semana», destacó.

En las del jueves también compartieron tertulia Francisca Garzón, y los voluntarios María Ángeles Corcuera, Fernando Moro, Pedro Sabaté y Eleuterio Manero. No todos pertenecen al mismo grupo, pero cuando pueden se reúnen para que también lo hagan los residentes y, así, poco a poco, vayan conociéndose unos a otros y se relacionen entre ellos, para que puedan mantener el contacto al margen del programa de voluntariado. Aunque no siempre resulta fácil, todo depende del carácter de cada uno.

De hecho, no es el grupo de voluntariado el que de motu propio decide a quién va a visitar. Es el psicólogo del centro el que valora qué personas encajarían.

De momento todo su esfuerzo se centra en la Residencia Mixta, pero son suficientes voluntarios. Un total de 23 mujeres y 16 hombres. De ahí, que de cara al otoño se planteen llevar la iniciativa también al hospital. Ya se han puesto en contacto con la trabajadora social del Santiago Apóstol para que valore cómo se podría implantar allí el programa para dar cobertura a enfermos que apenas tengan compañía.

Y es que lo que empezó con una charla que les dio el coordinador de un programa similar que ya se desarrollaba en Madrid ha acabado siendo una iniciativa con muchas personas implicadas y con ganas de trabajar. «Nos engañaron bien, pero me gusta la idea, la verdad», bromeó Manero. 

De hecho, gracias a esta actividad y a la que otros muchos como ellos realizan de igual modo en otros puntos de España, la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados en este campo ha sido distinguida por el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad con la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social.

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